Voy a contar la historia de mi bisabuela que padecía demencia senil y de mi abuela que la cuidó los últimos cinco años de su vida.
Mi bisabuela se llamaba Carmen, era una mujer independiente y trabajadora. Ella fue la primera mujer casada que trabajó en una empresa de pieles y curtidos de la zona, llamada PICUSA, debido a que su marido, mi bisabuelo Juan, quedó paralítico a los treinta años.
Mi bisabuela se jubiló a los sesenta y dos, con buena salud, pero ya empezaba a mostrar olvidos de ciertas cosas.
Durante su jubilación viajó a muchos lugares; incluso tuvo la oportunidad de ir a Argentina a visitar a sus hermanas pero, cuando tenía setenta, más o menos, se le notaba cada vez más que perdía la memoria, le costaba reconocer el dinero, tenía dificultades para ir al supermercado, al médico y, sobre todo, lo más doloroso para nosotros, es que empezaba a confundir los nombres de hijos y nietos.
Mis bisabuelos vivieron solos hasta que ella tuvo setenta y siete años; luego, ambos se mudaron a casa de mis abuelos. Fue mi abuela Alicia, su hija, la que se ocupó de ella las veinticuatro horas del día. La enfermedad avanzó mucho y rápido. Había que ayudarla para todo, estar pendiente de ella en todo momento; incluso se quería escapar sin importarle si era de noche o de día.
Mis padres y yo vivíamos al lado, en otra casa, y estábamos todos los días con ellos. “Ca”, como yo la llamaba, se murió cuando yo tenía tres años y, a pesar de no acordarse de nuestros nombres, sí que reconocía nuestras caras. Ella sabía que éramos su familia, que nos quería y que recibía cariño y atenciones. Siempre nos respondía con una sonrisa cada vez que nos dirigíamos a ella.
Yo pasaba mucho tiempo con ella, sobre todo por las tardes: me acompañaba viendo los dibujos. Según me dice mi abuela, a ella le encantaba. Yo también ayudaba a acostarla, normalmente, a las ocho de la tarde.
Un lunes por la mañana, justo al día siguiente de mi cumpleaños, se puso muy malita; la llevaron al hospital y nos dejó para siempre.
Mi bisabuela se llamaba Carmen, era una mujer independiente y trabajadora. Ella fue la primera mujer casada que trabajó en una empresa de pieles y curtidos de la zona, llamada PICUSA, debido a que su marido, mi bisabuelo Juan, quedó paralítico a los treinta años.
Mi bisabuela se jubiló a los sesenta y dos, con buena salud, pero ya empezaba a mostrar olvidos de ciertas cosas.
Durante su jubilación viajó a muchos lugares; incluso tuvo la oportunidad de ir a Argentina a visitar a sus hermanas pero, cuando tenía setenta, más o menos, se le notaba cada vez más que perdía la memoria, le costaba reconocer el dinero, tenía dificultades para ir al supermercado, al médico y, sobre todo, lo más doloroso para nosotros, es que empezaba a confundir los nombres de hijos y nietos.
Mis bisabuelos vivieron solos hasta que ella tuvo setenta y siete años; luego, ambos se mudaron a casa de mis abuelos. Fue mi abuela Alicia, su hija, la que se ocupó de ella las veinticuatro horas del día. La enfermedad avanzó mucho y rápido. Había que ayudarla para todo, estar pendiente de ella en todo momento; incluso se quería escapar sin importarle si era de noche o de día.
Mis padres y yo vivíamos al lado, en otra casa, y estábamos todos los días con ellos. “Ca”, como yo la llamaba, se murió cuando yo tenía tres años y, a pesar de no acordarse de nuestros nombres, sí que reconocía nuestras caras. Ella sabía que éramos su familia, que nos quería y que recibía cariño y atenciones. Siempre nos respondía con una sonrisa cada vez que nos dirigíamos a ella.
Yo pasaba mucho tiempo con ella, sobre todo por las tardes: me acompañaba viendo los dibujos. Según me dice mi abuela, a ella le encantaba. Yo también ayudaba a acostarla, normalmente, a las ocho de la tarde.
Un lunes por la mañana, justo al día siguiente de mi cumpleaños, se puso muy malita; la llevaron al hospital y nos dejó para siempre.
Hugo García Ares
AUXILIAR DE ENFERMERÍA EN GERIATRÍA
El trabajo de auxiliar de enfermería consiste en el cuidado e higiene de los ancianos.
¿Cómo es el día a día de un/a auxiliar de enfermería?
A primera hora de la mañana despiertan a los ancianos y los duchan. Después, según prescripción médica, les aplican y administran las cremas y las medicaciones que cada uno necesita.
Los acompañan al desayuno. Allí a algunos les tienen que ayudar a comer.
Después del desayuno los llevan, según cada persona, a distintos sitios: a los que tienen más memoria, a una sala donde una chica les lee el periódico y les hace preguntas para que entrenen su memoria; a otros a un gimnasio con sus cuidadoras; y, a los que no pueden hacer gran cosa, a un salón para ver la televisión.
A media mañana, se les hace el primer cambio de pañal a los que lo necesiten o los acompañan al baño.
A la hora de la comida, los acompañan al comedor, les dan la comida y vigilan que se tomen las pastillas. Cuando todos terminan, duermen una siesta.
Alrededor de las cuatro, los despiertan, les dan una merienda y, hasta la hora de la cena, los entretienen a cada uno con distintas actividades: hacen puzzles, cantan, bailan, pintan, realizan manualidades...
Sobre las siete de la tarde, les preparan la cena. Más tarde, los vuelven a cambiar y los acuestan para que duerman hasta el día siguiente.
El trabajo de auxiliar de enfermería consiste en el cuidado e higiene de los ancianos.
¿Cómo es el día a día de un/a auxiliar de enfermería?
A primera hora de la mañana despiertan a los ancianos y los duchan. Después, según prescripción médica, les aplican y administran las cremas y las medicaciones que cada uno necesita.
Los acompañan al desayuno. Allí a algunos les tienen que ayudar a comer.
Después del desayuno los llevan, según cada persona, a distintos sitios: a los que tienen más memoria, a una sala donde una chica les lee el periódico y les hace preguntas para que entrenen su memoria; a otros a un gimnasio con sus cuidadoras; y, a los que no pueden hacer gran cosa, a un salón para ver la televisión.
A media mañana, se les hace el primer cambio de pañal a los que lo necesiten o los acompañan al baño.
A la hora de la comida, los acompañan al comedor, les dan la comida y vigilan que se tomen las pastillas. Cuando todos terminan, duermen una siesta.
Alrededor de las cuatro, los despiertan, les dan una merienda y, hasta la hora de la cena, los entretienen a cada uno con distintas actividades: hacen puzzles, cantan, bailan, pintan, realizan manualidades...
Sobre las siete de la tarde, les preparan la cena. Más tarde, los vuelven a cambiar y los acuestan para que duerman hasta el día siguiente.
Jorge Santiso Casal
Comentarios
Publicar un comentario